La Guerra entre Rusia y Georgia en 2008 fue un completo éxito para las armas rusas frente a las georgianas, pero esta victoria tuvo dos caras. Una cara A bien clara, la del éxito, lograda por una superior estrategia y número, que les hizo derrotar a Georgia en tan solo cinco días. La cara B, un enorme número de carencias en cuanto a organización, mando y control, equipamiento, táctica, etc. Tal fue el peso de esta cara B, que propició la mayor reforma militar de la historia rusa desde 1918. Analizaremos esta cara B.
Este conflicto fue el que supuso una bofetada para ciertos políticos, pues fue desde el seno de la política y no del ejército, desde donde se tomó la determinación de reformar las fuerzas armadas, a pesar de haber resultado una victoria para las armas rusas. La guerra duró tan solo cinco días, pero cinco caóticos días.
Mando y descontrol
Una de las mayores críticas cayeron sobre el sistema de mando y control, que se mostró, lento, duplicado y sobredimensionado. Tanto es así, que una orden del estado mayor para llegar al frente tenía que pasar por el Cuartel General (HQ) del Distrito Militar del Cáucaso Norte, luego al HQ del 58º Ejército, para acabar por fin en las unidades desplegadas.

El simple dato de que al menos la mitad de las pérdidas de aviones rusos se debieron a fuego amigo nos muestran que el sistema de coordinación, mando y control fueron pésimos, con prácticamente un ejército de tierra y una fuerza aérea peleando dos guerras diferentes a la vez en el mismo terreno. Hasta 10 MANPADS se lanzaron por parte del bando ruso (ejército y milicias) contra sus propios aviones, además de fuego de AAA (artillería antiaérea), etc, ante la imposibilidad de saber a que bando pertenecían. La ausencia de radios compatibles entre la fuerza aérea y terrestre, o de observadores aéreos avanzados, también hicieron las operaciones de apoyo aéreo cercano anecdóticas. A esto hay que sumarle el que los Su-25, avión destinado a estas misiones, estaban sin modernizar y carecían de equipos modernos.

También una pobre inteligencia influenció en la toma de decisiones inadecuadas, de manera que en palabras del Coronel Kobylash del 368º Regimiento de Aviación de Ataque, al comienzo del conflicto los pilotos no tenían información detallada de las defensas antiaéreas georgianas. Esto supuso el ataque de zonas con escaso o nulo valor estratégico, dejar intactas otras que si lo tenían, y atacar instalaciones civiles por una mala identificación.
La casi ausencia de UAVs e imágenes por satélite fueron también un handicap a la hora de la toma de decisiones, ya que no se podía obtener información en tiempo real del enemigo desplegado. En 2008 esto era inadmisible y Rusia se puso a la labor, adquiriendo en 2009 drones israelíes en gran cantidad, ante la incapacidad de su industria de fabricar uno aceptable. En los años siguientes se llegaron a gastar unos 800 millones de dólares en material israelí. De esta manera, no tendría que exponer aviones, como el Tu-22 derribado en Georgia, en misiones de reconocimiento.
Equipamiento desfasado
Respecto al apartado del equipamiento, las unidades de tierra rusas, aunque contaron con superioridad numérica en la mayoría de las ocasiones, en las que se enfrentaron con un balance de fuerzas similar, sufrieron mayores pérdidas que el enemigo (incluso columnas blindadas diezmadas), debido a que los georgianos contaron sobre el terreno con tanques y vehículos blindados actualizados. Un ejemplo de ello es el T-72 SIM-1, modernizado con ayuda israelí, que cuenta con una moderna dirección de tiro, cámara térmica, BMS (Sistema de Gestión del Campo de Batalla) con GPS, un sistema IFF (identificación amigo o enemigo), comunicaciones modernas, etc. Este era muy superior a los T-62/T-72B rusos presentes en la guerra.

El uso de material sin actualizar también perjudicó en aspectos como el mantenimiento de estos y la fiabilidad, ya que el desgaste de los vehículos era enorme (Margerete Klein estimó que el 80% del armamento ruso no había sido modernizado tras la caída de la URSS), lo que resultó en situaciones caóticas, como con convoys enteros parados por culpa de vehículos con fallas mecánicas. Este enorme índice de averías no fueron pasadas por alto por los georgianos.
Las nuevas tecnologías fueron la gran ausente en el conflicto por parte de Rusia. El uso de GPS, iniciado por los EEUU en Irak 1991 de manera parcial, fue imposible de utilizar para los rusos. En primer lugar porque los EEUU eliminaron la cobertura del sistema en la zona, siendo estos apagones algo usual cuando a los norteamericanos no les conviene que algún país se beneficie de su sistema. La versión rusa, el GLONASS, además de menos precisa, no estaba disponible para el conflicto. La precisión puede ser menos importante en los sistemas de navegación de los aviones, pero en las bombas guiadas es crucial. En 2008 no hubo posibilidad de ambos.
Aunque los georgianos no disponían de un paraguas antiaéreo completo, si que habían adquirido algunos ejemplares capaces como el BUK M1 o el Spyder israelí. Estos pusieron en evidencia las capacidades SEAD rusas, tanto por la mala información al respecto mencionada anteriormente, como por la buena táctica de los georgianos y la escasa capacidad en guerra electrónica por parte de Rusia.

El único misil antirradiación lanzado por los rusos contra los georgianos fue un Kh-58U en 2007 contra una estación de radar 36D6-M, fallando en su cometido y cayendo a unos 5 Km del lugar. El lanzamiento se efectuó a 10 Km de distancia, pudiendo el personal georgiano ver el fogonazo del lanzamiento y el humo de la estela. Esto no hubiera ocurrido de ser un misil HARM norteamericano, ya que ni desprende esa estela de humo ni el fogonazo es apenas perceptible. Tal vez esta mala experiencia les haya hecho no utilizar los Kh-58U en Georgia 2008.
En el apartado de armamento guiado, poco ha cambiado la situación desde entonces. Si bien disponen del GLONASS para sus bombas guiadas por satélite, la cosa sigue como en 2008. La mayor parte de las municiones lanzadas fueron no guiadas, no ya porque la inmensa mayoría del arsenal ruso era de este tipo, sino porque las nubes bajas que cubrieron el teatro de operaciones impidieron el uso de las bombas guiadas por láser o TV. Estas representaban y representan la mayor parte de la munición inteligente rusa, lo que les impide tener una capacidad de ataque en cualquier condición meteorológica, como si que puede hacerse con las guiadas por satélite.
Aunque la coordinación entre artillería y resto de fuerzas terrestres fue buena, si que se notó la ausencia de radares contrabatería, elementos que en el conflicto ucraniano, han estado muy presentes.
En cuanto al equipamiento personal, los georgianos contaban con elementos de protección más modernos que los rusos, de hecho, se dio el caso del despojo de estos en los soldados muertos. Este ha sido otro punto flaco en las fuerzas armadas rusas desde hace muchos años.
Entrenamiento
Respecto al entrenamiento, las fuerzas rusas tuvieron que hacer uso de conscriptos, a pesar de violar la política del Ministerio de Defensa Ruso, siendo un 30% del personal que luchó en el conflicto, lo que implicó un peor rendimiento por culpa de su pobre instrucción, salud y educación, ya que la mayoría provenía de zonas rurales y/o deprimidas. Esto hizo que hubiera un desequilibrio en el ámbito de responsabilidad de las operaciones, ya que las unidades aerotransportadas y de operaciones especiales tuvieron que asumir mayor peso por culpa de la incapacidad de las unidades pertenecientes a la 42º División de Rifles Motorizada. Y es que las unidades de asalto y aerotransportadas y operaciones especiales tuvieron un muy buen desempeño en el conflicto, actuando, eso sí, como infantería regular ante la imposibilidad de infiltrarlos por el aire ante el peligro de las defensas georgianas.
Las tácticas empleadas por las unidades acorazadas rusas, todavía muy influenciadas por las soviéticas, supusieron un elevado número de bajas e inadecuadas frente a las más modernas, complejas y dinámicas georgianas. Sin embargo, si que supusieron una enorme presión para el enemigo, de manera que si por un lado fue contraproducente, por otro supuso una de las claves para la victoria. También hay que tener en cuenta que sin elementos como GPS, BMS, IFF, radios modernas, las tácticas rusas estaban adecuadas a su nivel tecnológico, por lo que fueron las acertadas.

Unidades cadre, un fiasco en toda regla
Las unidades cadre también supusieron un completo fiasco. Estas son una especie de unidades esqueleto, con tan solo un cuadro de mandos y un mínimo personal, pero con todo el equipo de una unidad estándar. Tienen que mantener el equipo y en caso de guerra recibir e instruir a los soldados que la completen. Estas unidades sirven para poner a un numeroso conjunto de unidades en armas en poco tiempo, manteniendo unidades en latencia. El Jefe del Estado Mayor, Nikolai Makarov, ante la enorme incompetencia de estos mandos cuando fueron llamados a servir en Georgia, dijo que «nos vimos forzados a escoger a coroneles y generales por toda Rusia». Estas desaparecerán con la reforma, al comprobarse la completa inutilidad de estas. Si fueron diseñadas para hacer frente a grandes amenazas y no dieron la talla en un conflicto local, su razón de ser desapareció.
Conclusión de las lecciones de la Guerra entre Rusia y Georgia
Como hemos mencionado al comienzo, de todas estas fallas, se tomaron buena cuenta de la mayoría de ellas, subsanándose en gran medida, aunque otras no. Los conflictos de Ucrania, en el que Rusia ha tenido una implicación indirecta, y Siria, nos han mostrado numerosos avances en todos los campos, dejando sorprendidos a numerosos analistas. Muchos de estos tienen que llegar a todas las unidades, y se necesita tiempo y presupuesto para actualizar o sustituir el material anticuado. Los cambios a nivel organizativo van enfocados a los conflictos locales como el vivido en Ucrania, y se han mostrado efectivos. Otro aspecto es el de la profesionalización de ejército ruso, asignatura pendiente.